sábado, 28 de mayo de 2011

Aguafuego






el primer borrador de mi poema exprés






Para A Binario*







somos la nueva tribu de los ahogados





Mis ojos
son vestigios herméticos
ruinas futuras que resguardan
el agua luminosa de otros tiempos.

todas las veces
la parcela subacuática
se poblaba de nosotros
la jauría de perros anfibios
y nuestras ciudades fundadas bajo el caos
eran brillantes

sobre las escamas de nuestra carne
se erigían muros con bloques de fuego
y al entrar al agua
nos convertíamos todos
en faros colosales

la luz se escapaba de la luz
el calor se convertía en calor helado
y los anfibios perros eramos transgresores obligados
bajo el agua oscura

y en todos los tiempos, entre todas las tribus
mi jauría y yo eramos una horda de luz
un continente vivo
una serpiente gigantesca
nadando entre corales

pero hoy
nadie confía en mí
en el mundo anverso que habitó un día bajo el agua
por eso mis ojos se han convertido
en herméticas tumbas
y de mis escamas no sale más luz

pero un día
regresará el día
en que mis ciudades se sumerjan de nuevo bajo la tierra
y todas las ciudades de la horda continente
luz de fuego bajo el agua
iluminen el anverso de este mundo
en un resplandor que se convierta
en infinito










*Este poema fue escrito en el encuentro de poesía en Atlixco, y en el libro, si es que algún día existe, no saldrá con la dedicatoria, porque me di cuenta después, que este poema es para él.

martes, 24 de mayo de 2011

Jauría de mi cuerpo


Ela Rodríguez



MI JAURÍA CABALGA SOBRE EL RÍO
yo sólo quiero mantener el secreto;
y que nadie advierta
que en el anverso esta flor,
se tatúa la constelación lunar
la constelación más pura
de todo mi universo

domingo, 22 de mayo de 2011

CORTO CIRCUITO AL AGUA





Abigail Rodríguez Contreras


Mi cuerpo tiene corto circuito
yo sólo quiero nadar en mar abierto, quemar mis naves
ser tragada por todo espacio,
por toda huidiza sensación que me empuja de la espalda hacia tí
me venda los ojos con olas pesadas de sal
con alambres por los que se cuela tu figura.

Y aunque quiera y aunque es cierto que no lo deseo,
una mano gigante me sujeta la nuca
me hace ahogarme de palabras húmedas
que me llevo a los pulmones

y en la broncoaspiración del agua
va el poema entero,
en este desazón imperfecto del mar
mi alma pantanosa solidifica su existencia
se vuelve un monstruo enorme que no sólo te busca a tí
es todo tu contexto


y yo soy uno de esos perros que les gusta ladrar
y correr hasta que los huesos se les rompan,
yo cabalgo sobre el agua
pero eso no me hace màs poderosa
entiende
somos reenes del caos

nos curamos los miedos
abrimos los ojos y cavamos tumbas bajo nuestros ojos,
y encontramos agua, otro mar subterraneo, tumbas salinas.

enterramos las heridas y se van debajo de los ojos de los buzos
debajo de los peces
debajo de los corales que están clavados
en el subterraneo más lejano del mundo

nos suturamos la piel
para sanar más pronto,
pero no sanamos
porque el agua sale por cascadas de todos los poros
y más pronto ya no sabrémos a heridas
ni las noches serán fieras amargas
ya no más cadáveres del mundo
ahora todo es un cementerio acuático
un moridero en la gran pecera de nuestro cuerpo


La feracidad del silencio
se convierte en toda el agua que no necesito explicar
en todo el océano que quiero pensar no me late dentro
seco, mineral y putrefacto
pero nuestro.

jueves, 19 de mayo de 2011

Pezserás




PEZ-SERÁS

Este cuento salió en el suplemento Catedral, de síntesis, 30 de Abril de 2011 :D



Abigail Rodríguez Contreras

La ilustración es de Octavio Juárez Océlotl, con quien estoy ilustrando este, que será un libro para niños :)





Bruno está aburrido, mira la televisión mientras toma un refresco sin gas que ha encontrado debajo de la cama, ya no sabe a refresco. Ha quitado todas las sábanas de la cama, ha abierto la ventana, pero nada basta; todo su cuerpo se convierte en un lago de sudor estancado en el cuarto. Bruno sabe que sì sale al patio le dará el aire y se ventile, pero el sol lo quemaría, preferiría mil veces sentarse en la estufa prendida que regalar su carne al sol. Bruno no quiere convertirse en un bistec, se quita la ropa, corre en calzones hasta que el calor lo agota, se vuelve a acostar para mirar la tele.

Bruno le escupe a la pantalla para mirar los colores que salen cuando lo hace, luego imagina un lago donde doce patos nadan entre hielos gigantes que los ayudan con el calor que parece escupir la tierra, Bruno vuelve a escupir, pero algo pasa. Siente como de pronto un hilo le perfora la piel, pero no duele. Bruno se levanta y con pasos largos, llega al final de la escalera, toma unas llaves y va hacia la cochera a sacar el auto. No hay nadie en casa, está decidido a salir y encontrarse con esa fuerza que lo jala, pero… ¡Ni siquiera sabe manejar!, Pero él no está preocupado, esa fuerza que lo domina, apareció tan de pronto, que Bruno parece no pensar en ella.

Arranca, acelera, ¡FUUM!, el auto avanza. La fuerza de su pecho invade todo el cuerpo haciendo posesión de sus sentidos, de sus piernas, brazos, manos, uñas, la mugre de sus uñas. Ese control continúa jalándolo como si tuviera una correa atada al cuello. Maneja como si lo hiciera a diario. Ha tomado una carretera recta, el sol le pega en la cara casi cegándolo. Bruno sólo pude pensar en el fin de la carretera, en no seguir sudando, en dejar de sentir el fuego en las mejillas.

La carretera termina, sigue por una vereda de tierra mal trazada, parece no haber nadie, y no puede imaginarse otro auto cruzando los mismos terrenos que él, Bruno es todo un explorador salvaje, los caminos están trazados para él. Bruno no está asustado, sólo siente una ansia enorme por llegar, no soporta más la espera.

Ha llegado a unas casas amarillas, con flores moradas que las cubren, enredaderas naranajs que crecen hasta el cielo y se desbordan a lo largo de las paredes de todas las casas, parecen mantos, velos que intentan cubrir todo lo que hay dentro. Apaga el motor, sale del auto, se dirige en línea recta a una casa de tapete anaranjado, no toca la puerta; se abre sola.

Al entrar a casa todo se despeja, deja de sudar, el aire es fresco, bruno se deja empujar por esas extrañas olas de aire que lo visten y lo hacen sentir menos pesado, llevándolo hasta las escaleras más próximas.

Sube los escalones sin esfuerzo, las olas parecen decirle al oído claramente lo que mirará: una niña con las piernas cruzadas, con la boca abierta al cielo, encontrará una habitación sin techo, las olas callan. Ha llegado a la planta alta, se extraña, todos los cuartos parecen estar vacíos, pero huele a perfume. Comienza a llover, quizá esté lloviendo perfume, ya nada puede sorprenderlo en este punto, escucha como las gotas se estampan casi arriba de su cabeza, en la madera de la casa. ¿qué pasa?. Bruno no está seguro de lo que debe hacer, piensa en las olas que le han pintado el cuadro de su futuro, pero no vienen, Bruno abre la única puerta que está cerrada.

Y ahí está, en la habitación sin techo, mira a su hermanita Itzel, mirando al cielo, llenándose la boca con agua perfumada. Se llena la boca, la garganta, la panza y cuando todo indica que se ha llenado, Bruno piensa que todo lo que no ha podido beber se desbordará por la comisura de sus labios o quizá hasta le salga por la nariz como una fuente, pero no es así. Itzel comienza a hincharse como un globo, su cuerpo se agiganta, es enorme, casi llena el cuarto.

Bruno desearía poder llenarse también de toda el agua del cielo que pueda caber en su cuerpo, cruza completamente la línea de la habitación. Ya siente como se moja y se impregna levemente de ese perfume frìo y ligero, intenta acercarse a ella sin tocarla, abre la boca y dirige la mirada al cielo, puede mirar las nubes enormes, bebe de su agua celeste, ¡Comienza a hincharse!

Alguien sube las escaleras, puede escuchar los zapatos de su padre, pesados y lentos acercarse, no tiene miedo, sólo se pregunta cuánta agua entrará en su cuerpo, que sin duda es muchísimo más grande y gordo que él y su hermana juntos. También se pregunta si su padre fue atraído hasta el mismo lugar por la misma fuerza extraña que lo condujo a él hasta su hermana.

Su padre llega y le sonríe primero a su hermana y después a él, los abraza y abre la boca mirando al cielo, también ha comenzado a hincharse. Casi al mismo tiempo entra su madre, los besa a todos. Bruno ha descubierto que el mismo olor de la lluvia, es el olor de su madre, se siente seguro, envuelto en esa capa de seguridad que seguramente lo protegió extrañamente durante todo el camino hacia la casa de la habitación sin techo, filtradora de magia.

Todos se siguen hinchando de agua, parece que jamás se llenarán, y ahora son demasiado pesados como para poder expandirse más, comienzan a chocar contra las paredes del cuarto, se reacomodan, ya no cabe nadie más. ¿Y ahora? Uno de los tacones de su madre, sale velozmente de su pie, sus dedos se han inflamado demasiado, el tacón se entierra en una pierna de su padre, él se queja y se mueve bruscamente. Es obvio que un movimiento así tendría como consecuencia una situación que cambiaría la contemplación del agua.

Todos chocan contra las paredes, sus manos insisten en separarse los unos de los otros, pero no es posible. Todo ocurre en un segundo: la familia explota, y en el proceso rapidísimo de la expulsión del liquido de sus cuerpos, se convierten en peces, nadan en el agua procesada por ellos mismos. Nadan con sus aletas traslúcidas confundiéndose con el agua misma, como las olas que les daban tranquilidad en la hora de su llegada a la pecera. Nadan juntos, como olas pequeñas en la pecera gigante de enrredaderas tupidas y rocas rosas. Se sienten frescos, en un agua clara que detiene su cause en la puerta por donde entraron. Saben también, por esas olas que ahora han entrado en forma de agua, que cuando deseen podrán salir por esa puerta y volverse humanos de nuevo, manejar por la carretera y salir del sendero de tierra que introduce a los hombres a las casas de agua para cuando tengan necesidad de separarse del calor y convertirse en una familia de peces de colores.



miércoles, 18 de mayo de 2011

Sobre MI infancia y su devenir.



Un ave pensando en mí, mientras Tegus, mi santo patrono literario,


se escapa de su pensamiento y busca más poesía en otros mundos para alimentarme luego.








Aby RC

I

Yo tenía una edad que no recuerdo cuando comencé a inventar historias. Supongo que todos los niños lo hacen, el problema es que crecen y lo niegan todo.

No sé si fue un problema, a veces pienso que es una enfermedad el hecho que yo nunca pude negar mi locura, o no del todo. Nunca dejé de imaginar y crear con las palabras, es por eso, muchos creen que aún soy una niña. Ahora que he podido trabajar con niños, sé que la mayoría de ellos, se crean poemas involuntarios en la cabeza, los andan escupiendo entre juego y juego y luego se pierden en el aire, se van alejando todas esas imágenes cuando uno crece. Es entonces que la locura, la imaginación y la infancia, tienen tanto que ver, que es preferible hacerlo todo solo, volver a ser niño, volver a imaginar, volverse loco y luego negarlo hasta que nadie vuelva a hablar del tema.


Volver a la infancia, volver a imaginar, volvernos locos escuchando voces dentro.y eso a todos les da miedo, por eso crecen y lo niegan, pero yo esos impulsos no pude negarlos, y cuando tenía trece años escribía cuentos con tanto compromiso, que al crecer un poco más todo empeoró y escribía como si se me fuera la vida en ello, yo sentía a veces que de verdad me iba a morir escribiendo, a veces no comía o no dormía por escribir hasta en las mesas, y puede sonar exagerado pero era realmente angustiante tener esos impulsos de escribir hasta que la mano me quedara roja y las articulaciones comenzaran a dolerme tanto, que tenía que tomarme analgésicos para calmar mi dolor.


II



Hace poco descubrì que algunas mujeres antes de depilarse se colocan hielos en el área deseada antes de arrancarse la masculinidad que lo occidental, hace que temporalment, sean menos mujeres. Desensibilizada el área, justo cuando ya no sienten nada y antes de quemarse con el hielo, lo retiran y proceden a la odiosa y secreta tarea de desaparecer todo el vello, para ser totalmente femeninas.


III


Quiero un hielo gigante que me cubra el cuerpo, que me encapsule toda cuando escribo, eso quiero.

Caleidoscopios del Sol para tus Ojos*





Ilustraciónes de Martha Reyes


Caleidoscopios del Sol para tus Ojos

Abigail Rodríguez Contreras

Mamá dijo que mirar el sol está prohibido
pero Mauro
en secreto
lo mira
Mauro lo mira
porque el sol le regala
un caleidoscopio para sus ojos
y cuando da vueltas
y vueltas y más vueltas

los caleidoscopios de luces
metidos en los ojos
disparan un montón de estrellas
en todos los zaguanes de la calle

¡BANG BANG!
vueltas, vueltas
Mauro corre
parpadea
Los caleidoscopios en sus ojos
se van perdiendo
estallan en los muros
se vuelven chiquitos

chi
qui
tos

Mamá vuelve
Mauro no podrá ver al sol a los ojos
para agradecerle por el regalo
Pero, cuando mamá entre a la tienda de verduras
y se distraiga comprando
El sol le regalará a Mauro pistolas caleidoscopio
¡Bang, Bang, Bang!
Luces
vueltas
parpadeos.



*Este poema se encuentra antologado en la Antología de poemas para niños: Versos para el recreo, una compilación de Begoña Pulido Herráez, editado por IMACP, La otra Libros, Central del pueblo, y La invasión de los niños Come Libros, 2011.

domingo, 15 de mayo de 2011

Lo homogeneo es mentira





Mi padre dice
que la mala voluntad
es arrancar la vista de los ojos
no amarrar la muerte a un hilo grueso
volverse alérgico al color azul
desnombrar el mundo para rebautizarlo sin vocales.

Mi padre dice
que las alcantarillas aparecen rojas debajo de la noche,
en un manto donde las diez son las cuatro de la mañana
la hora donde los muertos vuelven a ayudarlo.

Mi padre
sufre ataques de palabras
verbos sin vocales
artículo verbo artículo verbo verbo verbo
su universo sintáctico es distinto
a la sintaxis de lo establecido

lo gutural como exploración de los últimos trozos que deja en mitad del abandono y mi unión prenatal del triángulo que ya pierde un vértice,
escupe, las representaciones de agua que un niño haría en una hoja blanca.

Pero mi hoja está demasiado rayada, mi agua es negra
borrarlo todo
sería destruír la hoja,
y yo sólo recuerdo a mi papá hablando sobre el soporte,
las alcayatas que le aparecen en la noche,

los ángulos de noventa grados que hacen girar sobre una punta delicada el mundo.

el chico azul, a quien mi padre diagnosticó su alergia al azul de su propia carne.





a R c