sábado, 28 de julio de 2012

1 de n

Elabigail

Todas las veces que he sido, he dejado de existir
Uno, catorce, treinta y cuatro, doscientos cincuenta y siete

Han pasado varias noches a partir que nos perdimos
mutilando el aire
rayando de tejidos invisibles el silencio

son como redes, nos rebotan
la gravedad nos regresó al nido de las perforaciones

gusano barrenador del árbol
ha servido como mirador de la catástrofe

Tengo
la maldición de convertirme
en todos los animales que reptan por el árbol
en plaga
en las pieles suajadas por Clemente
en todo lo que habrá de asesinarse

la navaja arde; el cielo desencajado abre las fauces
De nuevo, el dolor es absurdo
la mancha fina aniquilando los ojos

No hay a quien aferrarse
no hay deseos

un columpio de viento nos mece sobre una tabla podrida
ahi vamos,
con los ojos llenos
con la boca vacía

Ahí va, el cielo desencajado para abrir el día
a otra jornada en el Rastro

escondo la navaja
pero Clemente siempre la encuentra