martes, 26 de abril de 2011

Trance No. 1300






Ela Rodríguez


Yo lo sé
después de hoy, vomitaré la dislexia de mi madre, y con el vómito trazaré los caminos más erroneos para el orden. Yo no necesito cabalgar las horas, esquivar las aspas de un ventilador constante que no se apaga, la muchedumbre ya no merece despuntar en espacios lentos, la inmediatez es la nueva verdad, es el màs poderoso medidor de las palabras.

yo lo sé
despuès de mi madre, no habrá minutos, la segregación del tiempo ocupará su verdadero trono, la jerarquía de lo real mostrará en su insanidad, el camino más corrupto del silencio.

yo ya no escribo, yo ya no mido el tiempo, tengo la cabeza llena de cuevas inhabitables, necesito trepanarme sola, evacuar todas las voces, que otras distintas a las palabras me perforen el cráneo, ya no son sólo palabras, entiende que ya no son sólo palabras.

He vislumbrado quince veces mi cuerpo lleno de larvas, los sólo porque sí no existen, las respuestas sustentadas en teorías ya no son válidas. Uno debe anclarse a las realidades más específicas, otorgadas por aparatos que nos demuestren, que nuestro verdadero yo ya no está presente ni dentro, ni fuera de nuestros dedos.

Hay una máquina orgánica construída de engranes cancerosos, surtirán la luz en sales desperdigadas en la juventud, después la sequedad. Quedarse mudo. Volver a buscar desesperadamente las voces que le llena a uno las cuevas del cerebro de hordas con especies de múltiples cabezas. Exponenciarlo todo, duplicar lo duplicado de las voces, todas las veces buscaré siempre el infinito para estallar después de no conocer ni la infima parte de una centésima del lodo.

Necesito una lente poderosa, necesito varias veces desdoblarme y conquistar con gritos mis deseos, todas las veces, todos los mundos, transgredir todos los espacios, hoy tengo de nuevo esas ganas centellantes de volverme luz y recorrer cuantas veces sea posible en un segundo el mundo sin disfrutarlo, hoy quiero arrojarme, vaciar esta carne, esta cárcel ecuménica que no me basta.

No me basta, no me importa, no necesito resucitar quinientas veces para entender lo que jamás entenderé en un cuarto de vida, yo puedo cortar, desdoblar, extender, vomitar la dislexia, retrazar el nuevo orden de mis pensamientos, puedo no hacerlo, nada importa, todo importa, no me escuches, no quiero gritar pero lo estoy haciendo, si no soy congruente no te importa, sì te importa desaparezco, me devuelelvo al orígen de una de las voces moradoras de la cueva. Tengo el sentido resquebrajado de los gritos, no puedo dejar de escribir no puedo dejar de escribir no puedodejardeescribirentiendecòmonopuedodejardeescribiraunquelodesee.

Hazme entender que no debo dejar de escribir, dìmelo ahora o engrapate la boca para siempre.

La única verdad es que necesito escribir, escribiré aunque me digas que no sirvo, porque la literatura y la poesía no sirven para nada más que para enfermarme, para volverme un perro contagio, estoy desauciada varias veces, varias veces he muerto, y ya lo he dicho antes, no necesito resucitar para entender que esta vida ha nacido muerta, que los muertos no necesitan bautismo, porque están predestinados a un sustrato más terrible que el infierno, varias veces me mirado las escrituras que la soledad me ha heredado, el infinito y la inmortalidad me asustan, me enferman, me llagan la carne para siempre.

Yo he pensado en los estigmas de las letras, me he pensado el cuerpo pasando por un rodillo gigantesco en el cual las letras de hierro me estampan poemas largos varias veces en la piel, hasta que de tantas letras me voy quedando negra. Casi a tientas me tiro y voy a gatas, ensuciandolo todo de mí, del gran poema que voy escurriendo de los ojos, de la espalda, de mi vientre de mis piernas rotas, todas las veces ignoro el camino.

No hay por qué, no hay futuro, no hay caminos, no hay derecha ni izquierda no hay infierno, cielo, otros cielos, otras pieles, sólo yo y las letras estampadas en mi carne, sólo esta tira de un peregrinaje absurdo. Si me dices que no sirvo no me importa, porque ya no tengo oídos, el síndrome me ha mutilado del mundo, este poema es un encierro, es una cárcel, y sólo queda mi boca flotando frente a este altavoz imaginario, si lo vez te felicito, si no me miras, si no me escuchas, espero que pronto, tu piel se vuelva negra, se inyecte de tinta tu sangre y escurras siempre, manches el piso, las paredes, el cielo, vuelvas negras las nubes, fecundes de palabras el infierno, el cielo, otros cielos, otras pieles, sólo tù y las letras estampadas en tu carne, sólo esta tira de nuestro peregrinaje absurdo. Si te dicen que no sirves no te importa, porque ya no tendrás oídos y el síndrome habrá mutilado mi cuerpo y tu cuerpo del mundo, construirémos un gran poema de la pandemia, y todas las bocas gritarán ad lívitum lo que deseen.

Ladra, escribe, córtate las manos, escribe con el cráneo, decapítate en versión autodidacta, tus colores inmersos en el cielo, pierdete en él, regresa a la tierra, excava el infierno, profanalo todo. Todo el mundo es tuyo, grita, ladra, traga todos los gritos, escùpelos en un gran grito donde los ecos sean más fuertes, escribe, escribe, todo importa, nada es suficiente, exporta, exprime.

Cerrar los ojos, correr lejos hasta romperse, dejar tus huesos negros en una catedral debajo de la tierra, sólo recuerda, perseguir la luz de todos los espejos subterraneos del infierno.

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