domingo, 16 de diciembre de 2012

Siempre soy

Me horadé la boca para pasar por ahí las cuerdas. Me hice nudos ciegos, no puedo hablar.  La raíz de todos los conflictos, perfora la tierra en el encierro. Una vez fui un grito de auxilio, pero los rescatistas estaban muertos. Cerré los ojos y desperté con cenizas en el cuarto. Los metales vueltos carne. La sanación, el diluvio de cristales en los ojos. Los nuevos días repitiéndose, como metrónomos, al unísono, idénticos, diseñados para presionar. Hay agua, existe lumbre, un lodazal espeso me prohibe respirar. Camino y el agua es negra, la luz no existe, la profundidad ha comenzado a morder los pies. Me jala, con lengua áspera


*a.r.c.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Tinta

Abigail Rodríguez Contreras




Cuando lloro, escribo. Cuando me enojo, escribo. Cuando corro, no puedo escribir.

Troté y llorando con la boca cerrada llegué al cansancio. Nada pude. Mil veces recé porque no me encontraran. Pero los muchachos son todo menos débiles. Saben correr, medir el rumbo del miedo, alcanarlo. Con toda su furia patear, terminar de sangrar la herida. Caí, como caen los ciervos después del veneno en temporada de caza.

Me encontraron, tuve que elegir entre Acapulco y la clínica. Saben que detesto el sol. Me internaron. Justo cuadno necesito amigos, recuerdo que no tengo, que no puedo tener. No sé por qué, pero nunca he tenido amigos. Cristobal murió, me abandonó con todas las bestias. Garra a garra me fueron comiendo, empujándome, entre cuatro paredes, llenarme la boca de pastillas.

La primera noche fue de bruma, la mala risa, las niñas enfermas, las ancianas perdidas. Llena de suero caminé, con las piernas amarradas a la cama, me ataba a la clínica un pedestal de cadenas. Todos mis hijos son eslabones, cráneos de sal en el hielo, mi vidahielo. Me sedaron, pero la niña gritó tan fuerte, me despertó y yo no podía ayudarla. Así me di cuenta que ya era inmune a los somníferos.


Subí a piso y cambié de cuarto muchas veces. Primero tuve televisión y estaba sola. Luego compartí la habitación, regresé al cuarto, luego me tocó vivir con cuatro locas. Las bestias me dijeron que era demasiado caro mantenerme en ese cuarto. Demasiado caro fue para mi amamantarlos a todos cuando no tenían dientes para morderme.

Las cuatro locas eran fanáticas, robaron mi pluma para dibujar el símbolo de la eucaristía y muchas cruces en la sala de tele. Me culparon a mí. Otra vez las odié. Odié todo. Me prohibieron la pluma, la escritura, dibujarme las piernas y escribirlo todo, como para tragarme al mundo después de que me había sido negado. Negar todo lo negado, invisibilizarme. Ninguna tinta, ningún recurso para existir. Nadie me soporta, ni la tinta, ni mi escritura, floto.

Las locas aman el tabaco, las calma, las llena del amor que no conocieron. Se vuelven traficantes, asesinas. Una vez alguna terminó en el hospital por culpa de otra, la despojaron de su tabaco, de todo su amor por vivir.

Tengo una angustia vitalicia por seguir respirando, no termina, no se acaba. Las ventanas son altas. Lo agradezco. Algunas pacientes deambulan desnudas, defecan las esquinas. No soporto la clínica. Las manos vacías, mi vida sin mi pluma.

Cristobal murió, con las manos, con la voz que enérgica podía callarme. No puedo escriibr. No puedo dejar testimonio de mi odio, no existo, el inventario de las bestias que llevan mi apellido no será escrito.


Pensé en tinturas, me sobraba papel escondido entre el forro de un sillón del cuarto y su base de madera. Doblé una hoja y la usé como arma una vez que todas habían dormido. Me encerré en el baño y comencé a raspar la pared de yeso. Dos palabras, Cuarenta y cinco. Pero no me bastaba, las letras blancas, la pintura blanca. El bajorrelieve no me bastaba. Necesitaba tinta.

Robé todos los cigarros y con el tizne rellené cada letra, la curvatura de las vocales y las consonantes, lo llené todo, confiando en un buen castigo,  que tuvieran para mí todas las locas.




jueves, 15 de noviembre de 2012

PEZ NEGRO (Fragmento)

No mirar, no castrar la luz del cuarto.
Vibró, acomedido de sombras un umbral de reluciente rabia terminó por destuir las olas. Nos ahogábamos en el cuarto, flotabamos para conseguir, los últimos resquicios de aire. Pecera de concreto. Lumbre de agua. Los niños rodando, como enrredadera de luces y cristales hechos trizas. Descubrimos a los huérfanos, a los mundos ciegos que seguían rodando, en pedestal de sombras. Sin sonidos, con las vibraciones fuertes dentro del cuerpo. No correr, no mirar, no gritar, no esconderse. El nido de las perforaciones, el azar más puro de no comerse los dedos después de un infarto. Aquí las nubes, los colores ardiendo, la cera de la boca y el pavilo de los ojos. Pero mucho pesa el plomo de los huesos, entonces nos hundimos y respirar era imposible. Fue extraño, nos salieron escamas, branquias, peces negros.

Abigail RdgzC

sábado, 3 de noviembre de 2012

luces nacientes

La costra extinta de Dios.

cominos


Pensé en cenizas Pero descubrimos piedras hechas de huesos, carbón y fuego extinto
pesabas tanto, costaba sostenerte en el regazo, como antes, pero reducida
 me enteré que los hombres encargados de cremar, muelen los huesos, después de calcinarse martajan los cadáveres, los hacen trizas, vuelven a la hoguera, vuelven a arder como semillas del incendio. nunca dijo nada sobre el dolor, sobre la envolutra de plástico y los huesos que resistieron a consumirse.

--cmngp--

recuerdo Giselle y el piso de duela, tenía siete años y ganas de levitar, era una aldeana de huesos débiles, sin ningún tipo de miedo, no existía más pretensión en mí que levitar. las bailarinas muertas eran brillantes, Maura era una mujer hermosa de doce años, las puntas de madera giraban los escenarios, me gustaría saber dónde está ahora.


-rtr-

 prometió no sobrantes, prometió luz y caminos que salieron de la boca, ojos abiertos y ganas de estallar, prometió luna, calor, soporte, alcayatas que se vuelven rojas debajo de la noche, una hora de sueños con los ojos abiertos y una sinfonía marina de caparazones ardientes, prometer la juventud, el delirio magnífico, el círculo de creyentes, grupo de ambar y redención caliza. pero nada es, sólo bloques de huesos, caminos negros y no conocer, no cocinar, negarse a amalgamar la vida con el aliento primero, no prometió, me prometí que prometería pero no lo hizo, sólo repetía complacencias y yo me conformé, llegó la hora, enfrentamiento uno, prueba de fuego bajo el mortero de los huesos.


Raíz trebolar

Los brazos como extensiones del corazón.

miércoles, 31 de octubre de 2012

trascabo, ideas for life...

perforé fotografías y debajo de tu rostro descubrí un río contaminado


flotaron artesanales discos de petróleo, la bruma era un gigante de fauces sangrientas


otra vez, construí una fábrica y un acueducto que dio a luz a las máquinas

engranaje de carne, floreciente luz de la escalera, cada día la bruma, la pirámide inversa, el hexágono de luces y las cantinas subterráneas


más abajo de la bruma, uno debe andar de nuevo con trascabo, en espectáculo telúrico, terremoto de la rabia. Acostumbro no encender las luces cuando subo al ruido, pero esta vez, es necesario trepanar las tierras para colocarles focos de colores absurdos

yo estoy aqui, lejos

ensordecer es contundente
nacer
morir

son verbos mayores

 esa mañana imaginé y mis pensamientos se traspapelaron con deseos; se me cumplieron, fue la peor mañana de mi vida, no lloré, no reí, todo crujía y yo gritaba mientras se me partían los huesos, mientras el estallido me perforaba el cuerpo, lo dividía en gajos, mutismo, caparazón de cristal, los vidrios encajados en la boca. La primera cara que vi después de volcarme me quitó los vidrios y a mí no me importaba nada, todos callaron, la complicidad y yo enterrándome, ese coche tan grande, nosotros tan frágiles, todos muertos.



ela bigail rodríguezzz

sábado, 6 de octubre de 2012

6 DE N 28 ALUCINACIONES

ABIGAIL RODRÍGUEZ CONTRERAS



    Corran todos, corran, una colisión directa: un choque. el Motor .d esta persecusion es la veganza, las líneas horizontales imaginarias como rieles predeterminados al objetivo, a ti. Corran, corran, todos corren porque así debe ser, los dardos apuntan al blanco. La venganza apunta al culpable. Siempre. Corren, corren. Sus narices están a punto de chocar con tu columna vertebral. No tengas miedo, tus rodillas azotarán en el piso, otro choque. De nuevo revientan otros vasos sanguineos los tuyos, una venganza no planeada, quizá sí. El azar como medida perfecta de la justicia. Corre corre, la naturaleza de lo incontrolable reside en su autonomía. Debe ser quizá un inevitable eco de formas, un castillo de justicia que has construido, otro vocablo medido en pasos, una inalcanzable meta que duplicará su fortuna en tenerte tirado respirando fango. Mira tu cuerpo tirado y llora. Desata en tu pasividad su furia. Tu plena invalidez, su evidente reclamo. Corren, ellos ejecutan la venganza, el inmenso rencor acumulado, la colectividad de llantos cíclicos haciéndose presentes en tu ruptura total. ¿Cuántas vertebras se romperán en tu cuerpo esta noche?
    
Juvenal despierta abatido, con el sudor derritiéndole la cara, siente las manos diminutas, los pies inexistentes. Sostenido en una cama de agujas, los vértices esperan que despierte y se horade lentamente la piel para llenar otro bote con veinte litros de su sangre.
Juvenal despierta, busca a claudia junto y no esta. Permanece con los ojos abiertos mirando sus sábanas como dunas interminables, se detiene en una mancha menstrual mal lavada de su hermana. Toca la mancha y la recorre en su frontera de color. Y se vuelve diminuto, avienta su cuerpo y su mirada a la mancha, cierra los párpados, duerme de nuevo. se suena restregando lasangre en el lavabo de piedra de la abuela.

5 DE N 28 SILENCIO

SILENCIO
ABIGAIL RODRÍGUEZ CONTRERAS

Juvenal está plenamente convencido de las habilidades de abuela para escuchar por detrás de las cortinas, incluso detrás de los muros. Según él, abuela tiene una especie de oído receptor de acciones que a nadie le conviene retar. Esta noche como las otras, tiene bien firme en la mente la voluntad de no dar la vuelta para que los resortes de la cama no rechinen, sin embargo debe esperar el momento preciso en que Claudia entre a la cama para dar vuelta y poder abrazarla, haciendo que los resortes sólo suenen una vez, y la abuela no se entere de sus abrazos nocturnos.
Juvenal siempre durmió con Claudia, creía que su aroma le salía de la carne como un imán poderoso que lo jalaba siempre a ella, era una unión muy fuerte, muy poderosa. Fue siempre así y nunca pasó por su mente la idea de un cambio. Juvenal sabe cuántas vueltas da a la cama y cuántas veces lo destapa, le gusta cuando inconscientemente le acaricia las cejas y después se voltea con la boca abierta hacia el cielo, como esperando que su vaho llegue pronto al tragaluz y la ilumine en mitad de la noche. Claudia es un perfecto complemento de sus sueños, de la misma vida de Juvenal en la tierra y él debe cuidarla de abuela y de todos. Claudia es mayor que Juvenal por once meses y han dormido juntos siempre, ha estado con ella cada momento, hasta hace unos meses.
Claudia entró a trabajar a la casa de una mujer lavando ropa y haciendo comida, trabaja ahí todo el día y llega por la noche con los pies descalzos para no perturbar la paz ni la limpieza de abuela-Juvenal la espera con los ojos abiertos mirando al tragaluz sobre su cama, mira siempre metódicamente la casa, la estufa, el lava platos, el sillón rojo cubierto de un zarape blanco, y toda la luz de la luna parece colarse a su casa iluminando únicamente el zarape. Luego mira a la abuela sin levantar la cabeza, sólo lo que el rabo del ojo le permite ver, sus piernas obesas casi saliendo de la cama y junto, las sabanas amarillas de sus hermanas chicas roncando en contratiempo.
 En casa no hay un solo reloj, abuela detesta sus sonidos. Los minutos se escapan de sus vidas y la eternidad  forma un domo sobre ellos, al salir del domo un fuerte choque los sacude, y se reincorporan como máquinas al mundo, se vuelven títeres y hasta les salen hilos. Pero no todo dentro del domo es caos, en casa todos saben los tiempos en los que deben hacer las cosas, y Juvenal sabe perfectamente el momento en el que Claudia entra por la puerta y se quita los zapatos calados, mira en línea recta a la abuela que parece dormida y se va a su cama. Se sienta y se cubre con las sábanas al tiempo que su hermano da vuelta y le rodea la cintura con sus manos grandes y blancas, ella sonríe y le acaricia las cejas, vuelve la cabeza al tragaluz y abre la boca, cree llenarse de luna la sangre y da otra vuelta después de destaparlo tres veces.
Juvenal esta noche no duerme, generalmente cierra los ojos después de la rutina del abrazo, las caricias en las cejas y la luz que los carga de energía, pero esta vez no puede,  mañana será el primer día en que cambie de ruta por las mañanas. Tomará su bicicleta en dirección a la carretera y con una carta que abuela le ha dado irá al rastro a volverse él mismo, su propio padre. Y Juvenal descubrirá qué era lo que hacía, cuánto dinero se gastaba en las cantinas y desde qué hora estaba ahí. Juvenal sabrá porque padre llegaba con un olor fuerte a casa y tiene miedo que abuela tampoco lo deje entrar, y podrá hacerlo sólo después de bañarse en el patio tres veces hasta que el olor se le vaya de la carne. Juvenal entenderá de dónde viene tanta sangre y deseará regresar a sus tiempos de niño. A veces quiere  volver a serlo y recostarse sobre el petate,  elástico hacerse concha y ponerse la frente sobre las plantas de los pies. Luego mirar los pies blancos e hinchados de abuela paseándose mientras barre la casa y descubrirse débil ante ella. Juvenal niño volverá  la mirada a la otra esquina de la casa, sólo con el rabo del ojo, evitará mirar los nudos de la cuerda que atan a sus hermanas al árbol, busca sólo sus caras, pero el llanto de ambas se vuelve su tortura.
Juvenal no sueña, imagina su pasado y mira de nuevo  frente a sus ojos  el árbol que vomitaba cuerdas, que torturaba hermanas, y no acepta que él mismo las amarraba. Hoy no puede recordar si fue ayer que se comió las uñas de los pies, y lloró en secreto bajo la cama limpiando las lágrimas del cemento con el puño cerrado. Pero si recuerda el silencio, todo el silencio que se gesta en la casa es el suficiente, el exacto porque la casa sólo necesita el sonido de los pasos de abuela.
Pero Juvenal se sentía solo en la cama, a pesar de tener a Claudia junto, estaba solo y triste imaginándose atado al árbol hacedor de llanto. Para él, ser niño y regresar a lo básico; es volver al llanto y callarse, y ahora piensa a veces que lo único que lo separa del cielo es ese techo, y le gusta mirar al tragaluz, porque sabe que arriba de él no hay más muros, y si pudiera volar, seguramente lo haría.

4 DE N 28 ritual

SEMANA CUATRO
Cada gota de sangre es un eslabón irremplazable que concadena todas las muertes, con las próximas cien que iniciarán dentro de tres horas. Como hace tres semanas, el reloj inexistente de la casa, resuena en su cabeza y remarca las horas restantes a la suma continua de la conversión de vivos en cadáveres.
Todas las mañanas, Juvenal toma la bicicleta y con sus piernas hace girar las ruedas que lo llevan hacia su condena. Su vida se vuelve una lucha hinchada de deseos, de conversaciones unilaterales. Cada día es un suplicio que disfraza de rito, una súplica porque la jornada termine, una súplica por colgarse a sí mismo en uno de los ganchos, y matarse, pero no es así.
Cada tejido que se rompe, desgarra en su interminable eco una resistencia que se graba en su memoria. Los ojos abiertos de ellos; siempre abiertos, como esperando contemplar su propia muerte, vigilan centímetro a centímetro la condición de su asesino, la cara helada y los ojos esponjosos, la mano que tiembla en espera de un corte preciso que no prolongue más el sufrimiento.
Hace una semana descubrió que muy cerca de la cabeza de los cerdos, hay un punto que Juvenal llama el sufrimiento. Siempre intenta antes de matarlos, localizar el punto y ser preciso para así, provocar menos dolor en ellos. Es como presionar un botón, hallar la clave y cuando lo logra  ellos sufren mucho menos, su muerte es rápida.  
Juvenal siente un agradecimiento post mortem en cada uno de ellos. Juvenal acude a un ritual repetitivo que Juvenal cree necesario: Bautiza a los cerdos antes de morir, localiza el sufrimiento, y presiona el botón imaginario con su cuchillo brillante, un llanto, y bautiza al siguiente.
Intenta siempre que su trabajo sea constante y directo, sin titubeos hacia la siguiente tarea, pero se odia. Después piensa que es una tarea que ya debería ser sistemática, que ya debería encontrar por sí misma un motor que sepa diferenciar entre el trabajo y el sadismo. Pero no lo logra.
Cada gota de sangre impregna en su overol una mancha que se agiganta cuando se junta con otra. Pronto Juvenal está teñido de la sangre de todos sus Felipes. Cuando termina, limpia obsesivamente las botas, lava su overol, limpia el lugar de trabajo y se queda más tiempo ahí; lava los cuhillos, se va. Pero las manchas comienzan a tatuársele, pareciera que cada día es más difícil quitárselas de encima. Y siente miedo, un pavor de sentir siempre detrás la mirada de abuela, siempre la presión de los pasos de abuela obligándolo a limpiarlo todo, observando cada mínima mancha como un gigantesco altar a la suciedad. Juvenal sólo quiere seguir durmiendo en la cama que siempre ha dormido, contemplar el tragaluz que le da energías a Claudia. Sin embargo él ahora ya no se siente limpio, toda la pureza que hay en su hermana ha encontrado de repente su contracara, la maldad y la desgracia sumergida en cada músculo de Juvenal; Juvenal el asesino. Él sabe que hasta no estár limpio, irá perdiendo más y más ese lugar que le corresponde. Y le duele.
El filo de sus cuchillos representa toda la violencia de la que se ha querido alejar día tras día. Pero ni los rituales le  ayudan para borrar las imágenes vividas de ellos orinándose de miedo mientras lloran agazapados en las galeras, intentando no imaginar su marcha fúnebre por los pasillos siendo golpeados por Genaro. Intenta sólo no pensar en el dolor inmenso de las sogas reventándoles la carne, de  no sentir su llanto profundo calándole los oídos, rompiéndole la voz desde adentro.
Cada uno le importa, en cada uno descubre un rasgo distintivo, ha intentado dejar de mirarlos como un ser a quien querer, como algo más pequeño que debe omitir. Pero siempre falla.
Juvenal repite cada noche, cada momento en su cabeza como las planas que hacía cuando un niño: El grande se traga al chico, el grande se traga al chico, el grande se traga al chico… pero no funciona, Juvenal no se auto concibe como el grande, Juvenal no se considera superior a todos los cerdos que mata, mucho menos su igual ahora que se ha convertido en lo que es. Un asesino ante sus propios ojos. 
 



Abigail ROdríguez Contreras

3 DE N 28 ...Muerto el perro, comenzó la rabia.

Por las distintas bocas de la tierra salía su vaho; olía como si la misma tierra se hubiese juntado con sus muertos, era aroma fuerte que se intensificaba con la primera lluvia de la noche. Juvenal aspiraba por sus fosas grandes y no se preocupaba por cubrirse la nariz para protegerse del desagradable olor de la noche. Caminaba sobre sus propios pasos, rejuveneciendo sus huellas en la tierra, intentando encajar perfectamente de nuevo en sus pisadas. Debía buscar a su padre y llevarlo a casa para poder bañarlo y después meterlo a la casa para que abuela pudiese dormir tranquila. Pero por primera vez no lo encontraba, miraba donde siempre lo hacía y siempre lo encontraba, pero ahora sólo hallaba charcos donde veía el reflejo difuso de su propio rostro.
Cantina, carretera, la banca afuera de la casa de su padrino Heladio. Nada, sólo lluvia y peste. Estaba cansado, lo odiaba por tener que obligarlo siempre a ser quien lo buscaba siempre, por lavar de sus camisas la sangre y el mezcal y casi cargarlo muchas calles mientras habla palabras que no se entienden.
Juvenal prefería pensar en los cientos de rostros que Felipe era capaz de hacer cuando lo miraba directamente a los ojos, o cuando le soplaba en el hocico para que sacara la lengua. Le divertía su forma de moverse y sacudirse la tierra de la espalda. Juvenal no creía en la educación de las personas, pero creía fielmente en los buenos modales de su perro; Felipe. Juvenal se sinceraba consigo mismo y descubría siempre que lo único importante para él en este mundo eran Felipe y su hermana Claudia; en ese estricto orden. Él era su confidente primero, el contenedor de cada una de sus dudas y preocupaciones sobre el mundo y sobre sí mismo, sí alguien lo conocía en el mundo, ese era su perro.
 Juvenal sólo apreciaba a su padre por haberle regalado al perro. Una vez escuchó que mientras llegaba ebrio del trabajo discutía con abuela.
-    Ya es lo bastante raro como para que no pueda ni si quiera tener un pinche perro
-    Duérmete, antes saca esa mugre de aquí
-    Yo se lo traje, qué tiene, es lo único que puedo darle
-    Báñate
-    ¿Vas a seguir mandándome que haga lo que quieras tu, no me sirve madre,, nunca me ha servido, tú no funcionas para mi madre, ¡no sirves!
-    Báñate



APUNTES PARA LA CONSTRUCCIÓN DE AL FILO DEL CIELO*
ABIGAIL RODRÍGUEZ CONTRERAS

2 de n 28 ó El vaho de su respetable madre, es fétido.

La segunda nave del rastro es un útero metálico provisto de sangre. Los cuchillos van y vienen, hacedores de sangre y llanto se pasean libremente. Son la vía por la cual el hombre se determina como poderoso ante los animales sometidos, colgados de ganchos llenos de filo y muerte. Unas botas negras habitadas de los pies blancos de un joven temeroso resuenan a contratiempo con otros treinta pares de botas, y al tiempo entran llantos y aullidos de los cerdos que cada tanto se repiten y vuelven a formas idénticas, formando inconscientes una fuga de música triste y pesada.
Le gustaría pensar que Felipe está cerca, acariciarlo y sentir en la piel de cada cerdo el pelo áspero y

*Escrito en 2009/ ---> conversión 2012


Abigail Rodríguez Contreras
(Apuntes para la reconstrucción de un rastro)

sábado, 29 de septiembre de 2012

Pienso que el mejor lugar para llorar es debajo del agua, apretar dientes, arrancarnos los huesos, llorar, invertebrados llorar, como muros partidos.
.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Obvio

Me dijo que no tiene metas Realmente no las tiene Siempre dice la verdad Es tan frágil como yo, pero ella está expuesta No lo entiendo Escucho música gitana No me muevo Es cosa de bailar pero no bailo Mi lengua tampoco baila Me dijo que los hombres sueñan cosas y cuando cumplen sus sueños, al final de su vida se deprimen porque ya no tienen que soñar, por eso ella no tiene metas, no le ocupa no alcanzarlas Me tomó de la mano y se subió la falda a propósito para que unos albañiles la vieran, con la carne uno consigue cosas, yo le tomo la mano No sé cuánto tiempo más pueda tomarle la mano Me ha mandado una USB de 16 gigas con su padre, es su vida y yo la conservo Hay cosas que me dan miedo Cuando tenía 16 me decía que nunca quería cumplir 17, supongo que es un número importante, también nos vimos a las cuatro de la tarde 16 es un número adolescente, pequeño, es el génesis de un gigante, uno caótico, asesino. Nunca dejaré de ser una perra, se reía tanto al repetirlo, yo le dije que era cierto, pero después de todo, es cosa de autoestima y  me gusta que le gusten los halagos Me gusta que se suba la falda, luego fingir que somos novias Nunca nos besamos, porque me da asco Me rio de tocarnos las piernas en público Me gustan las ancianas mirando Tomar chocolate frente a la catedral Hablar de su psiquiatra, la misma psiquiatra de papá Rercordamos la noche en que le hablé a casa después de su llamada, distrajo un poco todo, eso fue terror Quería un cuchillo y no vivir tan lejos, correr y defender y no pensar, de cualqueir manera ya todo había pasado Todo repercute No me gusta que su vida sea para sufrirla.Está gorda, llena de barros, deben ser las medicinas Me da gusto que no sea un esqueleto Me ha invitado cosas, me abraza, sonrie tanto. Extraño mucho Evito tanto Sueño que sueño Espero Espero Espero poder grabar su voz antes que desaparezca.




SARERTNOC ZEUGÍRDOR LIAGIBA

miércoles, 29 de agosto de 2012

plora

Debeser, el últimatum del tiempo futuro.

una invocación a la infanciahumana radiante, casi lista para el espectáculo   la hiena humeante


el desplegado del dolor.
me recuerdo este sitio no es apto para actos diurnos, dulces rimas de la lengua.  con los ojos grises y la cabeza negra, con el rio de la boca y las  palabras llenas de carbón hecho trizas.



jueves, 23 de agosto de 2012

NODRIZA (fragmento)




Día 0

Isolda nunca comprendió que mi cuerpo era un mapa cartesiano
Debajo de mis ojos se extendía un papiro de letras del color de mi carne
Nunca comprnedió que todos sus huesos, eran también huellas digitales
Se impregnaron
Eran tatuajes invisibles

FUI TATUAJE

Todos creían que la acetona del tiempo borraría a Isolda
Pero los solventes son débiles

Sigo
Suajada de letras
Isolda es una máquina de malas voluntades
Permanentes

Tomo de las manos a mis hijas
mi cuerpo es un gran manto que los cubre
Una bóveda celeste de letras
para siempre
para siempre

La palma de mis manos tiene manos y cubre la boca de mis hijas que tienen hijas
mis dedos intentan bajar los párpados pero los dedos tienen párpados y dedos. Nunca se cerrarán. Nunca serán manos, no serán dedos, no serán párpados, no serán nietas. Las paredes perforadas son entradas gratis al circo de nuestro cuerpo-casa de cristal.

DÍA PREVIO

Mi hija amamanta a los perros, dice que son criaturas débiles que necesitan humanizarse más para vivir con más poder. Yo le digo: no, Isolda, No. Pero, quizá es cierto, nos falta redimirnos, un control de otra especie que nos haga rebelarnos luego.

DÍA 2570
Hoy terminamos, estoy molesta
Estoy molesta

Hace cien días Isolda y las concubinas dimos a luz a todos y todas, terminamos de colocarles ojos y piernas, o patas.

Isolda se empeñó en ser ella quien colocara los ojos y lo ha hecho mal,
Lo ha hecho mal y ahora cien días no podré volver y los ojos jamás podrán cerrarse.
Los ha pegado al revés.

NOCHE 2570
Su destino era el poder
Pero son dioses ciegos

su destino es mirar un cielo intangible
todo está por romperse y eso no es justo para nadie
no es justo para nadie
no es justo para nadie.



Día 2573

Sacrificamos a todos los dioses y nos convertimos en las nuevas criaturas del silencio, no dejar testigos vivos. Nada pasó.


Día 2600
Gestación


Día 3000
La nueva raza nació
 y somos

 nodrizas de la nueva élite que habrá de gobernarnos pronto.






Abigail Rodríguez Contreras

PAET

-No quedaba más en el mundo que mi cuerpo y la tierra.
-Miré de cerca el final y los últimos sonidos fueron colosales, sin control, me ensordecieron.
-El mejor día de mi vida fue cuando atrapé un trozo de tierra
             lo comí.
-Cerré los ojos cuarenta años y cuando los abrí, mi cuerpo era un papiro donde las raíces silvestres habían escrito sus dolencias.
-Fui piedra sorda, de nada serví.
-Cascada del derrumbe, fósil de soledad.
-No quedó nada
-De lo último sólo queda mi sordera, mi cuerpo inútil, mi no historia.
-Soledad.



Abigail Rodríguez Contreras

sábado, 28 de julio de 2012

1 de n

Elabigail

Todas las veces que he sido, he dejado de existir
Uno, catorce, treinta y cuatro, doscientos cincuenta y siete

Han pasado varias noches a partir que nos perdimos
mutilando el aire
rayando de tejidos invisibles el silencio

son como redes, nos rebotan
la gravedad nos regresó al nido de las perforaciones

gusano barrenador del árbol
ha servido como mirador de la catástrofe

Tengo
la maldición de convertirme
en todos los animales que reptan por el árbol
en plaga
en las pieles suajadas por Clemente
en todo lo que habrá de asesinarse

la navaja arde; el cielo desencajado abre las fauces
De nuevo, el dolor es absurdo
la mancha fina aniquilando los ojos

No hay a quien aferrarse
no hay deseos

un columpio de viento nos mece sobre una tabla podrida
ahi vamos,
con los ojos llenos
con la boca vacía

Ahí va, el cielo desencajado para abrir el día
a otra jornada en el Rastro

escondo la navaja
pero Clemente siempre la encuentra

jueves, 28 de junio de 2012

Una semana menos de seis veces mes.


ELA RODRÍGUEZ




Anoche soñé que me abrazaban,
entonces lloré
pero seguía soñando

no quiero ver la mancha roja sobre la cera negra
pero debo hacerlo, no dejar que la mancha se agigante


debo volver, llorar sin sueño, agitar el mundo y hacerlo sonar después de los sonidos mortales

debo volver a soñar sin soñar que estoy llorando


-haz sido muy fuerte


pero en realidad soy un sauce raquítico, lleno de miedo, que va temblando en la raíz y hasta la punta, mis hojas caen, se desnudan en el alto cielo del silencio.


quiero

apartar


reconstruir los derrumbes


recoger la cera, reconocer la mancha roja, devolver al mundo la vela y alumbrar mis pies bajo la brisa, quisiera, volver a ser, a sonreir, a comentar el mundo desde adentro.




Mañana, hay que caminar.

miércoles, 20 de junio de 2012

Serávo

 



Me gustaría andar todo el día, todos los días con mi máscara blanca, con el cabello alborotado; que el mundo me viera en 2D. Algunos días amanecer mujer y otros días hombre, otros días niño y otros perro. No me siento identificada ni con el género femenino ni con el masculino, me gustaría ser un poco de los dos. Me gustaría que no se encasillara a la mujer y al hombre en un perfil preconcebido, sólo ser nosotros, configurar nuestro ser más allá de los organos sexuales y lo que la sociedad nos dicta, adjetivarnos como queramos, ser más allá del acta de nacimiento. Convertirnos en cosas, plantas, animales, ser masas incoloras para poder pintarlas, moldearlas; todos los días volver a ser.


ELA bigail



cuscuscuu

Estabas lejos, tallándote la piel con la piel, el detergente casi te tallaba los huesos, estabas flaca, con la última piel hecha trizas, tallándote la piel con la piel.
 A veces, pensaba en tí cuando miraba el lavadero da la casa, estaba sucio, parecía imposible que ahí se lavara algo. Rondaban pequeñas moscas por la cocina y el comedor. Me gustaba jugar al cazador, una vez soñé con matar a todas las moscas de la casa, me daban un premio, te lo regalaba. Entonces tú apartabas a los santos de la repisa en tu recámara y lo ponías ahí, como algo sagrado. Lo cierto era que ya no me gustaba matar moscas, desde que una vez aplasté a una y al parecer aceleré su parto,

Nos gustaba llenar de humo la casa. Arrancar las últimas hojas de los cuadernos, quemarlas en la estufa; verlas arder.

domingo, 17 de junio de 2012

c.t.a.

a papá.


Ya Sé

sería el tiempo de regresar de un viaje corto después de comer criaturas de un río helado. Partir la carne y darte de comer en la boca; abrazarnos todos.


Todos después, llenos de azucar, iríamos a dormir felices, algunas pastillas menos, las de siempre para que pudieras dormir y despertar con hambre al día siguiente. Te volvería a abrazar, saldríamos a pasear de nuevo,  después del psiquiatra, buscaríamos comida para ser felices, comerías de mi mano de nuevo, daría vueltas al volante cuarenta veces y miraríamos alguna película juntos hasta que te hartaras diez minutos después. Querrías dormir, dormirías.


Al dormir, soñarías elefantes ataviados con monedas de oro y el cuerpo pintado a rayas verdes. Me contarías tu sueño en la mañana y fabularías un poco, o demasiado. Sería mi culpa por leerte historia de los vedas, pero te gustaba. Más bien te gustaba que leyera aunque no escucharas todos los párrafos o todas las palabras, porque más bien nuevas palabras reconfiguraban en tí otros párrafos y otros sentidos caían a la retención de imágenes, que poco tenían que ver con la intención del texto. Lo importante de todo era, leer juntos e imaginar lo que pudieramos, para escapar un poco de la inmovilidad de las piernas, de la debilidad de los huesos tenues. Sí, escapar, escapar, furiosos a la india, con brahamanes y pintarnos la raza entre los ojos. Seríamos fuertes, como nunca.

Estoy paralizada, con el frío de los dos.


Sólo juntos comprendemos, el dolor del frío, siempre estarás, en mis huesos, abrazándome, sin mportar las fechas, desde hoy hace cinco, ya no estás y en un mes te celebraríamos de nuevo, volvería a cortar la carne y darte de comer en la boca, reeleríamos juntos más novelas y las campanas volverían a sonar una y otra vez, partiendo más pastillas en cuartos, contando todo para que mejoraras, para que pudieras escuchar las peliculas y soportarlas más de diez minutos.

Me da gusto saber, que la piel ya no te duele, las cicatrices cerraron y ya ninguna voz o niño diminuto caminando sobre la mesa te atormenta, tu hermana ya no te manipula. Te volviste una enredadera y trepaste a un árbol como nunca, mamá con el vestido rasgado ha vuelto a ser niña y te ha arrancado una hojita que se ha guardado en el zapato al trepar al árbol, están juntos, con el pecho y los tallos llenos de paz blanca, subiendo más alto a la corola que topa con el cielo.


Riego el árbol, los dos se ven hermosos desde abajo.



ELa-Rodríguez- ABIGAIL- :










miércoles, 13 de junio de 2012

ARIOMO 1.

Ela Bigail


Iván arranca sus dedos de la tierra,
redescubre el dolor al retorerse.


Espina clavada en la carne, la tibia espuma de la  boca se hace hierro.


No hablará, nueve años después del primer contacto con la tierra logrará decir no, perforará el hierro, gritará no, rotundo no, perfeccionado no. Arrancados los dedos de la tierra, la suave espuma de la boca, dirá no y el mundo, volverá a establecerse como un plato que se tambalea y no deja a Iván estár de pie.

Dirá no, el plato dejará de moverse.


No queda más, Iván camina gritando la sílaba que lo cuida en este mundo, deseando que el plato deje de moverse..

sábado, 9 de junio de 2012

amitlú zevamiltú ú ú ú

Todos los espejos son en realidad un paisaje del delirio.

Miro mis huesos nuevos y son como calendarios que me remiten al final y a los siete dìas despuès del ùltimo final. Despertaba, parecía que alguien me sacudía con violencia, por minutos no veia nada, esperaba, y más estable lograba avanzar, evitando despertar del todo.

a....----

De nuevo, necesito llenarme de piedras para no elevarme, para que mi cuerpo no se cuele bajo el costal que lo sostiene. En el carrusel me quedè sola girando por inercia, y ahora sigue la rueda cercenàndome dentro, con astillas y dientes, quitándome con los ojos los años y las caricias, y el olor y todos los sabores. Se ha perdido de a poco la voz, ha llegado el olvido y estoy desesperada por recordar, pero todo se borra, con solventes se borra para siempre. Todo esto me supera (dice) lo repito. Nos entierra, por eso fue preciso volver el mundo a las cenizas.

-a-

Hoy llegué a casa y no había ruido. Desperté horas después, gritaban en la calle. No pasó nada. Sólo necesito gritos que me despierten. Algunos gritos ya no despiertan a nadie. Perdì un sol, algunas partes de mis huesos, perdì a mis padres, perdì su voz.


.-.-.-.-.-.a.-.-.-.-.-.-.-.

Recuerdo, es ocho, el dìa que perdì los huesos, su voz, el aliento. 

----s-------------------

Debo adecuarme, a la unidad, a la ausencia, serà siempre, el motor, la marca vitalicia, no se borrará, no terminará, la ausencia siempre enterrándo sus herraduras en la espalda. Y más tranquilo, el cuerpo detendrá los muros, la paciencia helada, el primigenio toque del suplicio de cerrar los ojos, no habrá nudos, imágenes, sonidos que dejen de cercenar la herida, la última catástrofe.
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Sin agua, pesamos màs o menos unos cinco kilos. Entonces los cargué, en mi regazo los cargué y de pronto eran de nuevo niños, como nunca los conocí y con quienes conviví al final. Todos los días los recuerdo, todos los días quiero que estén en mi regazo, volver a besarlos, pegarme a ellos y que la distancia más remota entre nosotros sea una pestaña. 
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Todas las cenizas, han tejido un muro. Un cerco de cristal que se levanta por encima de mì, y me atraviesa, no puedo ser parte del muro, no puedo unirme, es un mural de la catástrofe, de la pérdida eterna, habrá que admirarlo unos minutos para recordarlo siempre que se va en la calle, siempre que se vuelven a cerrar los ojos, siempre la bestia helada pisoteando al rededor del silencio, para no perturbarlo, para esculpirlo como una cárcel de dientes echos trizas.

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Desviven aquí, caminan lento, como zapatos de cuerda, con las piernas lejos pero el espìritu rondàndome. Están aquí, recordando elefantes, historias perdidas, la desesperación de las últimas horas por encontrarse, irse juntos para siempre.


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ELA bigail

jueves, 24 de mayo de 2012

involuntario todo

Descubrí un secreto, es un plano que al parecer he trazado  de manera perfecta. De pronto me convertí en una máquina que lo destruyó todo y lo sigue haciendo, he leído muchas veces en mi cabeza que el futuro es solo, que el incendio es permanente, pero no lo entiendo, me aferro, de alguna manera me he vuelto el imán de algunas rocas muy pesadas que mi fuerza ya no soporta, al parecer deben construirse un par de muros entre mí y entre las rocas.

Subsanar el dolor, aislarse lo más rápido para curar la herida, inmolarse, no queda más.

Nada, envolverse en el instante antes, la penitencia, el dolor. No hay más,  no retumba, el futuro es solo, los imanes triturando al mundo, los finales, la decepción, el primer hartazgo, la segunda caída de bruces después de cerrar los ojos.  

No estoy bien, pero tampoco soy un geómetra de la catástrofe, golpe uno, dos, tres. Ahora sí, no quedó nada.


ELA RODRIGUEZ CONTRERAS

jueves, 26 de abril de 2012

Crón.os

El.a.biga-él.
Ro Co

Guardé mi piel bajo las plantas
descubrí que bajo el cielo
son nuevas todas las formas de mor.ir.

lunes, 5 de marzo de 2012

Lu Blan (Mutilación (no) superada)

Un altar al desamparo
la respuesta más punzante
las emociones pùrpura y azul celeste
de nuevo
cuatroscientas espinas calando el cielo de mis piernas


los depredadores nadan contracorriente y aún después de la catàstrofe, le rezan por anclarse a sus estrellas màs brillantes

ahì va eme

ahì va o

Así tan lejos, jamás volverémos a acariciar sus manos


Los vidrios estallaron, la flama intensa de las ruedas volviò a sonar como las costillas sonarìan despuès al perforar la tierra. Derecha, izquierda, derecha, vuelta abajo, las flores mirando, los perros despertando del sueño.

Estando solos, resonando el silencio, en un grito fuerte bajo el agua, no habìa màs que hacer, no habìa màs que pensar, el dolor suspendido, arrojando por arriba de nuestros ojos un yunnque que regresarìa cuatroscientas veces más poderoso para aplastarnos.

Era luciernaga herida
con suturas y agujas atravesando la carne


a en el qumelleelbraatolaera de goma, nuestro dolor no era sufrirlo, no hablar de nueva niñez, de nuevos tragos por la infancia perdida, renacer, intempestivamente renacer y resguardarse en uno mismo. No hay futuro

algunos deseos se conceden màs pronto de lo que en realidad queremos





Cuando era una niña sabìa que los milagros y las peticiones a los santos, eran un juego polìtico que no habìa que seguir muy de cerca, no meterse, no pedir, no desear mucho; nada.



remontar de nuevo el bestial palpitar del ruido
jamàs podremos domarlo
pero sí podrèmos

salir

aullar





cuatro metros más arriba
las espinas calando el cielo

viernes, 3 de febrero de 2012

MaitreYa*

+vic+agg+ela bigail


último poema del 2011.

1)
• El territorio entero
se convirtió en un nido de serpientes en guerra.
• El cielo calado de espinas.
• Aquí, los perros ingiriendo el universo, muy por debajo, las serpientes agazapadas entre muñones.
• La razón de la matanza,eralainvasióndelosdioses
• Indómitas Furiosas
las serpientes se fueron tragando
los ojos
la lengua
el cuerpo horadado, la música de los órganos, el instinto potenciado y la palabra herida
como remolino de sombras
— más vale tragarlo todo, esconderlo donde nadie pueda hallarlo.
pero comenzaron a buscar dentro de nuestros órganos, todo era visible, éramos máquinas transparentes, edificios de hielo, transparentes, ofreciéndonos muy fácilmente al enemigo, a nuestros hermanos, otros hombres deseosos de encontrar la clave, en un sitio donde tampoco pudieron hallarla
• El cielo calado
el techo de la fraternidad antropofágica
• Hablar de serpientes, es hablar de uno mismo.
• Éramos, un pueblo sin piernas ni brazos, nos arrastrábamos, acariciando a la tierra con el pecho, palpitábamos juntos, decodificando el vacío, el nuevo lenguaje; el de siempre, redescubrierto.
• Resaltaba su luz a través de la catástrofe. Se colaba por los agujeros del cielo. Nos volvíamos locas, nos comíamos los ojos, nos encajábamos los dientes en mitad del cuerpo. Era hermoso, no notábamos las heridas, la autodestrucción, queríamos ver el cielo, en cénit, cantar el mismo himno de alabanza, una evocación a la luz, nos arrastrábamos muy rápido para perseguirlo mientras se asomaba por los agujeros, pero los espacios del cielo aun eran pocos, hacían falta más espinas, era fácil perderlo; siempre desaparecía.
2)
• No eran sicarios.
• La industria de la muerte y sus obreros armados, plagaban el territorio de balas, triunfos laborales, la jerarquía de la catástrofe galardonada con papeles ornamentales.
3)

• En el principio la pureza, los lienzos blancos, la pared más virgen; las hordas primigenias. Enclavados en la frontera entre el cielo y las montañas, las hordas marchaban para consagrarse, con un pendón rescatado de las sombras. Devueltos a la batalla, con los ángeles casi exterminados, el mal contra el mal, las sombras destrozando el mundo.
• Huyeron, calando al mundo con sus espinas ardientes.
• El arsenal de balas, los anzuelos con sangre; un triunfo más, otra vez la luz, la invocación de los ritos, la nueva tribu cruzando el Himalaya, con el signo en la frente, la pureza en las manchas negras, luz, otra vez luz.
• El camino errante como un papiro, la tribu habría de tatuar las historias de forma permanente con sus piernas, con milquinientas puntas, vectores y millones de adornos suturando sus historias. La danza como tinta, la voz como cimiento fuerte, la aguja protectora, el tejido como anclaje hacia la tierra.
• No purismo, no tatuajes en la frente, no memoria, los ojos secos y las miradas insurrectas erigiendo las nuevas ciudades, los muros llagados, la tierra triste, la anatomía de la disección. Es lodazal, sepultura, el barro amasado con sangre. Grandes ciudades se erigen bajo el nuevo barro, grandes industrias de la muerte educan sociedades enteras a partir de la cultura de la disección. La marcha fina, el viento helado, el purismo evitando la sombra que contagia.
4)
• Mejor el delirio, la locura, las ventanas en los muros. Espiarlo todo a través de la ventana, mirar la marcha sobre el Himalaya, las serpientes asesinas, caníbales, anclándose al mundo; destrozándose. Lo invertebrado, la punta del iceberg de esta historia, la ventana minúscula en las paredes virginales, aun a pesar de saber, que los muros permanecerán, doblemente tapiados durante siglos.