sábado, 6 de octubre de 2012

3 DE N 28 ...Muerto el perro, comenzó la rabia.

Por las distintas bocas de la tierra salía su vaho; olía como si la misma tierra se hubiese juntado con sus muertos, era aroma fuerte que se intensificaba con la primera lluvia de la noche. Juvenal aspiraba por sus fosas grandes y no se preocupaba por cubrirse la nariz para protegerse del desagradable olor de la noche. Caminaba sobre sus propios pasos, rejuveneciendo sus huellas en la tierra, intentando encajar perfectamente de nuevo en sus pisadas. Debía buscar a su padre y llevarlo a casa para poder bañarlo y después meterlo a la casa para que abuela pudiese dormir tranquila. Pero por primera vez no lo encontraba, miraba donde siempre lo hacía y siempre lo encontraba, pero ahora sólo hallaba charcos donde veía el reflejo difuso de su propio rostro.
Cantina, carretera, la banca afuera de la casa de su padrino Heladio. Nada, sólo lluvia y peste. Estaba cansado, lo odiaba por tener que obligarlo siempre a ser quien lo buscaba siempre, por lavar de sus camisas la sangre y el mezcal y casi cargarlo muchas calles mientras habla palabras que no se entienden.
Juvenal prefería pensar en los cientos de rostros que Felipe era capaz de hacer cuando lo miraba directamente a los ojos, o cuando le soplaba en el hocico para que sacara la lengua. Le divertía su forma de moverse y sacudirse la tierra de la espalda. Juvenal no creía en la educación de las personas, pero creía fielmente en los buenos modales de su perro; Felipe. Juvenal se sinceraba consigo mismo y descubría siempre que lo único importante para él en este mundo eran Felipe y su hermana Claudia; en ese estricto orden. Él era su confidente primero, el contenedor de cada una de sus dudas y preocupaciones sobre el mundo y sobre sí mismo, sí alguien lo conocía en el mundo, ese era su perro.
 Juvenal sólo apreciaba a su padre por haberle regalado al perro. Una vez escuchó que mientras llegaba ebrio del trabajo discutía con abuela.
-    Ya es lo bastante raro como para que no pueda ni si quiera tener un pinche perro
-    Duérmete, antes saca esa mugre de aquí
-    Yo se lo traje, qué tiene, es lo único que puedo darle
-    Báñate
-    ¿Vas a seguir mandándome que haga lo que quieras tu, no me sirve madre,, nunca me ha servido, tú no funcionas para mi madre, ¡no sirves!
-    Báñate



APUNTES PARA LA CONSTRUCCIÓN DE AL FILO DEL CIELO*
ABIGAIL RODRÍGUEZ CONTRERAS

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