
Abigail Rodríguez Contreras
No hubo tanto negro en su espalda como ahora.
Entraba perforándole el craneo saliendo seco de la boca, coagulando, como una máquina escupidora de hielo, y te sentiste sola, buscando otra luz distinta a la tuya, pero sólo estaban las piernas abiertas de Eréndira, casi ______ (parecían piernas).
Corrías, torpemente, desesperado, tus pasos moradores de negro volando el concreto, descalzos corren, negros y espesos de su sangre celeste, púrpura casi verde viene a yagarnos a todos con su peste, con sus costras haderidas a los ojos, purulento y mustio, viene incendiado a comerse al sol, el jaguar devorador, viene, y vamos.
Entraba perforándole el craneo saliendo seco de la boca, coagulando, como una máquina escupidora de hielo, y te sentiste sola, buscando otra luz distinta a la tuya, pero sólo estaban las piernas abiertas de Eréndira, casi ______ (parecían piernas).
Corrías, torpemente, desesperado, tus pasos moradores de negro volando el concreto, descalzos corren, negros y espesos de su sangre celeste, púrpura casi verde viene a yagarnos a todos con su peste, con sus costras haderidas a los ojos, purulento y mustio, viene incendiado a comerse al sol, el jaguar devorador, viene, y vamos.
Pisando la carne de Eréndira, como si no hubiera otra superficie (no la hay), no hay otra ruta de carne, otra marcada por sus pierna-guias.
Enminente.
El esqueleto casi fragmentado, rueda por susmotores internos, ruge, se levanta y en ciclo como un espacio maltrazadao de sus horas encriptadas entre hielo y sal, ya duerme (de verdad que duerme).
Viene el eclipse de sus músculos maxilares a tragarlo todo (todo, todo). Ausente de sus huesos mama de la gloria de lo otro, viene su virtuosa rapidez a enguyirnos las uñas, las venas de debajo de las uñas (todo).
Vuelca su furia en el envenenamiento reiterativo de su pudor subastado (a lo otro), vuelves a consumir tu vómito.
Pudor.
Sentirte sola, (preferente se debe a la ausencia de voces internas), volátil, ante la marea de sombras y negro, casi encaje llenándote el pecho, casi túrbio ante lo nítido, yo te dejo (de verdad, ya me voy).