nunca había conocido ni el cielo ni el infierno
pero tampoco fue una ilusión
Abigaél Rodríguez Contreras
Una fiera es distinta a otra por el kilometraje recorrido de sus venas
las arterias, son como velódromos encerrados en un edificio opresor,
que no revienta
los edificios son de carne,
y la carne está marcada
el tamaño de sus cicatrices y la profundidad de las insiciones
determinan la densidad de sus deseos
sus deseos de razgarse
y sólo deseando
han razgado al mundo razgandose a sí mismas.
Los anclajes,
son promesas de insiciones más finas
se han de anclar a un deseo efímero
para soltarse con toda la furia
Las intensidades van tejiendo nidos de agua
catástrofes artesanales
para abordarlas en un kayac que se voltee en mitad de una ola grande
se hunden, maradentro,
nidifican en la desgracia
se mutilan del aire
es imperceptible su fuerza
las mutilaciones van uniéndose por grupos
van cobrando formas al hacerlo
saldrán de a poco
ya gestados dentro
a cicatrizar el mundo
a coagularlo para siempre
las espinas se bifurcan
son como armas filosas
son como ganchos que ejen luces tenues
de las que agonizan
todas esas luces, son bandos furiosos
que aprendieron a correr hasta que las piernas se les terminaran
y luego trotaron con los muñones
pero una fuerza imparable los empujaba siempre
cuestabajo
con el fervor natural de la luz
con una vida eterna de revanchas sin galardones
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