Un altar al desamparo
la respuesta más punzante
las emociones pùrpura y azul celeste
de nuevo
cuatroscientas espinas calando el cielo de mis piernas
los depredadores nadan contracorriente y aún después de la catàstrofe, le rezan por anclarse a sus estrellas màs brillantes
ahì va eme
ahì va o
Así tan lejos, jamás volverémos a acariciar sus manos
Los vidrios estallaron, la flama intensa de las ruedas volviò a sonar como las costillas sonarìan despuès al perforar la tierra. Derecha, izquierda, derecha, vuelta abajo, las flores mirando, los perros despertando del sueño.
Estando solos, resonando el silencio, en un grito fuerte bajo el agua, no habìa màs que hacer, no habìa màs que pensar, el dolor suspendido, arrojando por arriba de nuestros ojos un yunnque que regresarìa cuatroscientas veces más poderoso para aplastarnos.
Era luciernaga herida
con suturas y agujas atravesando la carne
a en el qumelleelbraatolaera de goma, nuestro dolor no era sufrirlo, no hablar de nueva niñez, de nuevos tragos por la infancia perdida, renacer, intempestivamente renacer y resguardarse en uno mismo. No hay futuro
algunos deseos se conceden màs pronto de lo que en realidad queremos
Cuando era una niña sabìa que los milagros y las peticiones a los santos, eran un juego polìtico que no habìa que seguir muy de cerca, no meterse, no pedir, no desear mucho; nada.
remontar de nuevo el bestial palpitar del ruido
jamàs podremos domarlo
pero sí podrèmos
salir
aullar
cuatro metros más arriba
las espinas calando el cielo
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